Nunca pensè que estuviera dispuesta a ser el plato de segunda mesa para un hombre que a sus treinta y pico de años, no sabìa lo que querìa. Con el caràcter que me gasto, no me explico còmo fui capaz de soportar una relaciòn en la que recibìa tan poquito, y que en cambio, me exigìa demasiado.
Muchos creen que la infidelidad hoy dìa es algo normal en los matrimonios. Una conducta se repite tantas veces que deja de ser extraña y la llegamos a aceptar como parte de nuestra cultura cuando en realidad solo es una muestra de debilidad. Somos dèbiles cuando intentamos controlarnos, cuando intentamos resistirnos. ¿Què necesidad tenìa yo de compartir el òrgano sexual de un hombre, que por la ley, otra mujer era la titular de ese derecho?
Si te metes con un hombre casado, corres el peligro de enamorarte de èl. Enamorarse no deberìa ser peligroso, asì que desde el momento en que inicias una relaciòn de esta ìndole, pregùntate si vale la pena.
Los hombres no estàn en peligro de extinciòn. Hay tantos y de distintos sabores, colores, olores, tamaños y texturas, que en vez de estar buscando uno que te darà la mitad de su rendimiento, debes buscar al que te llene por completo.
Las excusas que tiene un hombre para serle infiel a su esposa son las mismas siempre. Que su esposa ya no se arregla, que siempre tiene mucho trabajo, que no quiere divertirse como cuando eran novios, que es muy celosa, que no lo atiende bien. Estas son las mismas excusas de las que màs tarde nos valemos nosotras, para justificar ante nuestras amistades (que nos dicen que nos merecemos algo mejor) la relaciòn que llevamos y que nos hace feliz a medias. Los màs cìnicos, se atreven a decirte que son buenas esposas y excelentes madres para sus hijos, pero ellos ya no las aman. Esto deberìa darnos una pista a las mujeres de lo poco que valemos para un hombre que no respeta a su esposa. Una salida digna y respetuosa de un matrimonio, es el divorcio, no la infidelidad. Con esto debe quedar claro que no importa cuàn buena seas, cuando èl se se aburra de tì o lo que para ellos es igual, te deje de amar, se buscarà a otra. Y no sòlo la encontrarà, sino que la mantendrà en secreto hasta que te des cuenta y decidas dejarlo. Asì se repite el ciclo.
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Cuando una persona se conforma con un hombre que no la puede defender ante todos, cuando una mujer acepta ser ocultada porque de ser exhibida le puede buscar problemas a la persona que ama, cuando no puede decir que es la ùnica en la vida de su pareja ¿en realidad puede ser feliz?
Entonces, cuando aceptas estas condiciones, obligàndote a conformarte con lo poquito que te da ese hombre, sin darte cuenta, estàs atentando contra tì misma. Cuando tù misma te inflinges dolor, cuando te sientes inferior o en segundo lugar, ya lo que sientes no es amor.
¿Saben que fue lo que màs me doliò luego que terminò mi romance con aquel hombre casado?
Que no fue una sola persona la que me dañó, sino dos. Él porque me mintió diciéndome que me amaba y yo misma, porque pude evitar toda esa mentira.
No todos los casos son iguales. Han habido triunfadoras que se han quedado con el premio. Pero hay otras pendejas ( y son las más), que esperan muchos años en la sombra, no les dan fecha determinada para ser las únicas y hasta pueden perder la juventud esperando la decisiòn del hombre que aman. Yo no fui de esas. Pero si no hubiera sido porque el que yo decía amar me puso los cachos con una supuesta amiga, quizàs hoy no estuviera escribiendo estas líneas.
Muchos creen que la infidelidad hoy dìa es algo normal en los matrimonios. Una conducta se repite tantas veces que deja de ser extraña y la llegamos a aceptar como parte de nuestra cultura cuando en realidad solo es una muestra de debilidad. Somos dèbiles cuando intentamos controlarnos, cuando intentamos resistirnos. ¿Què necesidad tenìa yo de compartir el òrgano sexual de un hombre, que por la ley, otra mujer era la titular de ese derecho?
Si te metes con un hombre casado, corres el peligro de enamorarte de èl. Enamorarse no deberìa ser peligroso, asì que desde el momento en que inicias una relaciòn de esta ìndole, pregùntate si vale la pena.
Los hombres no estàn en peligro de extinciòn. Hay tantos y de distintos sabores, colores, olores, tamaños y texturas, que en vez de estar buscando uno que te darà la mitad de su rendimiento, debes buscar al que te llene por completo.
Las excusas que tiene un hombre para serle infiel a su esposa son las mismas siempre. Que su esposa ya no se arregla, que siempre tiene mucho trabajo, que no quiere divertirse como cuando eran novios, que es muy celosa, que no lo atiende bien. Estas son las mismas excusas de las que màs tarde nos valemos nosotras, para justificar ante nuestras amistades (que nos dicen que nos merecemos algo mejor) la relaciòn que llevamos y que nos hace feliz a medias. Los màs cìnicos, se atreven a decirte que son buenas esposas y excelentes madres para sus hijos, pero ellos ya no las aman. Esto deberìa darnos una pista a las mujeres de lo poco que valemos para un hombre que no respeta a su esposa. Una salida digna y respetuosa de un matrimonio, es el divorcio, no la infidelidad. Con esto debe quedar claro que no importa cuàn buena seas, cuando èl se se aburra de tì o lo que para ellos es igual, te deje de amar, se buscarà a otra. Y no sòlo la encontrarà, sino que la mantendrà en secreto hasta que te des cuenta y decidas dejarlo. Asì se repite el ciclo.
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Cuando una persona se conforma con un hombre que no la puede defender ante todos, cuando una mujer acepta ser ocultada porque de ser exhibida le puede buscar problemas a la persona que ama, cuando no puede decir que es la ùnica en la vida de su pareja ¿en realidad puede ser feliz?
Entonces, cuando aceptas estas condiciones, obligàndote a conformarte con lo poquito que te da ese hombre, sin darte cuenta, estàs atentando contra tì misma. Cuando tù misma te inflinges dolor, cuando te sientes inferior o en segundo lugar, ya lo que sientes no es amor.
¿Saben que fue lo que màs me doliò luego que terminò mi romance con aquel hombre casado?
Que no fue una sola persona la que me dañó, sino dos. Él porque me mintió diciéndome que me amaba y yo misma, porque pude evitar toda esa mentira.
No todos los casos son iguales. Han habido triunfadoras que se han quedado con el premio. Pero hay otras pendejas ( y son las más), que esperan muchos años en la sombra, no les dan fecha determinada para ser las únicas y hasta pueden perder la juventud esperando la decisiòn del hombre que aman. Yo no fui de esas. Pero si no hubiera sido porque el que yo decía amar me puso los cachos con una supuesta amiga, quizàs hoy no estuviera escribiendo estas líneas.